Después de dormir durante muchos años una larga (e involuntaria)siesta en su sarcófago, el conde Drácula se despertó muerto dehambre y con ganas de morder sabrosas yugulares.Pero habían pasado demasiados años y ya nada era como el condelo recordaba. Apenas se levantó, notó que su castillo estaba derruidoy cubierto de polvo. ¡Ni los murciélagos quedaban!Cuando llegó la noche, su hambre se hizo insoportable. Estaba famélicode sangre y su estómago no paraba de hacer ruidos. Salió ala calle para enamorar a alguna doncella y luego morder su cuello.Si era del grupo sanguíneo A, su preferido, mucho mejor.Pero grande fue su sorpresa al descubrir que el pueblo parecía otro.Estaba lleno de luces y de aparatos extraños… ¡y vacío de gente!¿Sería posible que se hubiesen extinguido no solo las doncellas,sino todas las personas? ¿Se habría acabado la sangre fresca?Triste y nostálgico, el conde volverá a su castillo y tomará unadrástica decisión que podrá cambiar su vida para siempre.