La Cultura de Amplificación del Individuo Altoparlante.
La dialéctica erística, dice Schopenhauer (2015), es el arte de tener la razón disputándosela al contrario per fas et nefas, ello es, con medios lícitos o no lícitos, lo importante, resalta el filósofo, es que aun cuando la razón la tenga el adversario, se pueda demostrar ante los ojos de la opinión pública o de un tercero que la razón está del lado del sujeto accionante. Todo esto sirva como preámbulo para explicar cómo operan los individuos que, a mutuo propio, o fungiendo como mercenarios pagos de la Plus mentira, término acuñado por el mexicano Buen Abad, destruyen de un tajo la moral y la vida de hombres y mujeres en el escenario de las redes sociales, territorio anárquico, sin dios y sin patria que por desfortuna se ha convertido en el cadalso de los que hacen algo u ostentan algún cargo de poder, o tienen la mala fortuna, por accidente o caprichos de la vida, de volverse “visibles” ante la opinión pública.
En el territorio de las redes sociales, para hacer parte de la cultura de la amplificación como individuo altoparlante, no se necesita la sensatez, ni haber cultivado el intelecto ni los buenos modales y mucho menos conocer y valorar la constitución política que regula los derechos y obligaciones de los colombianos como ciudadanos, y es por esto que algunos individuos se las toman para opinar, juzgar, señalar y empalar a cualquier persona, con el fin de que, al volverlas pedazos ante la opinión pública, se puedan repartir sus despojos cual botín, consistente en cobrar por ventanilla el valor de su puesto o cargo, o por la creencia de que con ello hacen parte de los paladines de la justicia y de la verdad.
La estrategia del individuo altoparlante y de aquel que produce contenidos falsos, consiste en extraer pedazos de realidades, materializadas como imágenes o datos, e incrustarlas en enunciados discursivos bajo su férula argumentativa para presentarlos ante la opinión pública como carga probatoria de una presunta falta o delito de quien es atacado. Una vez socavada la reputación del señalado, el individuo altoparlante aguarda que las hordas en las redes sociales, caigan como gavilanes y aves de rapiña sobre la humanidad vulnerada del ahora culpable. Es la maldad del género humano dice Schopenhauer, y agrega que, si esta no existiera y fuésemos honrados, esperaríamos a que la verdad saliera a la luz, pero sabemos que la codicia y la ambición, también humana, en cualquiera de sus manifestaciones, corroe los más probos principios y valores sociales y devora a la verdad como león al venado.
En consonancia con esto, la cultura de la amplificación del individuo altoparlante constituye una amenaza social por su modo operandi, pues su fin último no persigue el bien común ni la rectitud ciudadana que edifica la paz social, sino que le apuesta como estrategia a la destrucción de la moral y la reputación de las personas, para luego capitalizar sobre su humanidad caída, los réditos e intereses que motivan sus acciones, y que se agazapan con habilidades lingüísticas detrás de palabras y términos coloquiales, fácilmente digeridos por la gente del común, quienes como un ejército de impúberes mentales, replican sus comunicados sin detenerse a leer siquiera su contenido y mucho menos analizar los objetivos de quien los divulga. En la cultura de la amplificación del individuo altoparlante, la verdad, dice Buen Abad, no existe ya, pues con la “pos-verdad” y la “plus mentira” ya no habría rumores “falsos” … todo es “verdadero” mientras sirva para obturar la realidad.