PARA NAVEGAR CORAZÓN ADENTRO
Yo celebro este libro breve y extenso, donde pueden ocurrir tantas cosas mágicas:
Se marchó poco a poco,
Primero se fueron sus ojos azules,
Luego los brazos y las piernas.
Los negros se jugaron a las cartas sus restos.
Donde hasta el hecho casual de darle cuerda a un reloj o a un juguete mecánico puede ser una metáfora de la irreversibilidad del tiempo, que no siempre nos permitirá a nosotros volver a empezar, volver a intentar ese paso de danza, cuando ya esté abierta la herida, cuando ya nos arrastre la adversidad, cuando la coloquial expresión “bailar con la más fea” cobre su significado real de empezar los giros del vals con la muerte.
Un mundo emerge aquí, apenas sugerido, dibujado en sus bordes, iluminado en la noche oscurísima por unos cuantos faros de la orilla, un mundo pobre y rico, jadeante y ansioso, rudo y amoroso, aventurero y marginal; un mundo donde los cadáveres de los mangles son arrojados por el Pacífico con furia a los esteros, donde los barcos en un bajo profundo gimen y relajan sus cuerpos metálicos al amparo de las bahías desoladas, donde los pescadores tienen una relación carnal y engendradora con el mar, y donde en esa realidad que siempre es música, la lluvia es Una inconclusa sinfonía
Para techos de zinc.
Del prólogo de William Ospina
Valoraciones
No hay valoraciones aún.