Decir Lorenzo Rodríguez Calvo es decir generosidad, cercanía y pasión. Quizás por eso su poesía sobria y sincera congregue tantos adeptos. Unos adeptos que primero fueron vecinos agradecidos, al hacerles más llevadera la pandemia con recitales que proclamaba desde su balcón, y que han trascendido los mares, cuando su voz acogedora y su verso honesto han llegado a diversos países latinoamericanos, donde su obra poética es muy celebrada. Y no es para menos, ya que Lorenzo Rodríguez Calvo nos recuerda a los clásicos en sus temas y en su estilo. Sus versos están desprovistos de hojarascas metafóricas o de fruslerías estéticas innecesarias. Y es que sus poemas son como dardos que llegan enseguida al corazón de quien le lee o le escucha con embeleso. Él mismo asegura que su poesía es muy variada, que lo mismo escribe a los pueblos de Castilla, que a sus ríos o a sus campos, o al amor o a la vida. Y tiene razón, porque de vida, de emoción y de ternura están sembrados sus poemas, y de sentimientos eternos y de nostalgias y de evocaciones y de homenajes y de anhelos. La poesía de Lorenzo Rodríguez Calvo nos recuerda de dónde venimos y los peligros que podemos correr si lo olvidamos. Por eso, entre otras muchas razones, hay que leer a este fructífero poeta, que sueña infinidad de versos por las noches para hacer más llevaderos nuestros días.José Ignacio GarcíaEscritor y crítico literario de ABC y La Nueva Crónica de León